para saber como respiran
para luego escribirlo.
Este sistema se lo ha montado tan bien
que no solo saca provecho de lo que producimos
o de los servicios que prestamos a la comunidad
o de nuestra fuerza de trabajo.
También de lo que consumimos, también
de nuestros precarios contratos laborales
y de las ayudas que les presta el Estado
para esa contratación.
Me gusta meterme en la boca del lobo
como Günter Wallraff y su Cabeza de Turco.
O con los perdedores hasta el fin del puto mundo.
Porque yo soy uno de ellos, una de ellas.
Se lo han montado tan bien que solo tienen
que poner la mano para recibirlo todo
mientras nos consumimos o nos consumen
o consumimos.
Me gusta meterme en la boca del lobo
para saber como respira
para luego escribirlo.
Se lo han montado tan bien
que han conseguido que nuestros
mayores enemigos seamos nosotros mismos.
Y no ellos. Los que reciben todo sin dar NADA.
Me gusta meterme en la boca del lobo
poner cara de cordero degollado
y esperar a que se coman entre ellos mismos.
Se lo han montado tan bien
que los deseos insatisfechos
de los objetos materiales o inmateriales
que nos proporcionamos a nosotros mismos
nos producen frustraciones
que nos mantienen distraídos
hasta nuestra completa destrucción.
Me gusta meterme en la boca del lobo
saber como respiran, sentir su aliento
macabro para luego escribirlo.
Se lo han montado tan bien
que hemos aceptado como algo normal
que para que unos ganen; otros tienen que perderlo todo.
Que para que unos vivan a cuerpo de rey
otros tienen que morir como los caballos de carreras
que se mueren después de ganar su última carrera.
Como cavar tu propia tumba para luego yacer en ella.
Víctor Cuetos, XX, 2023