jueves, 19 de mayo de 2016

Cristal



El mundo no es como nos habíamos imaginado
en un banco del Extrarradio
comiendo pipas de calabaza los días pares
y pipas churruca los días impares.

-No, no lo es.

Aunque también es verdad
que lo que nos imaginábamos
no dista mucho de la realidad
no era mucho peor de lo que vimos
por aquel entonces, no lo era.

-No, no lo era.

El mundo no es mucho peor
de lo que nos imaginábamos
cuando recogíamos renacuajos
o cuando yo te decía, Piraña;
-Que no te dejo la bici, que me la traes a las siete de la tarde.
Y me da igual que seas payo, gitano o merchero.
Y luego que le iba yo a decir a mi madre, Piraña.

El mundo no es mucho peor,
no lo es, nunca lo fue.
Unos viven de prestado
porque anhelan ser como nosotros;
otros compran lo prestado
y otros lo prestan.

Como dice el anuncio
el 80 por ciento de la población
se prostituye por razones de capital importancia
o por las que dejaron de tenerlo:
por sus coches, sus pisos, sus créditos basura
o en el mejor de los casos por sus hijos, por sus hijas
.

El mundo no es mucho peor...
-No, no lo es joder, claro que no lo es.
Pero a mi me sigue jodiendo lo mismo
que hace veinte años
que unos estén abajo y otros arriba
tan arriba que no podemos verlos
son como dioses, o como inviernos
que nunca acaban en primaveras
y las primaveras no acaban en veranos.

Yo sigo queriendo ver tu sonrisa, hacerte feliz
aunque sea por un determinado momento
y que no merezca ningún reembolso.
Dar sin esperar nada a cambio.
Pero tú necesitas mucho más que una sonrisa
para ser feliz, mucho más, mucho más
porque te queda poco o nada más que respirar.

El mundo no es mucho peor
de lo que nos imaginábamos
aquellos veranos o inviernos
o primaveras en las que todo parecía eterno
y el fin y el cabo es un mar con una playa sin fin
y las huellas de un dinosaurio
y tu me dices:
-Que eso alguien lo ha puesto ahí. Que tú estás aquí para sufrir.
Que alguien lo ha dicho, que es la mano de dios
y que todo tiene sentido cuando uno se sacrifica.

Y es entonces cuando pienso
en los dinosaurios y en sus huellas
y creo que aun no hemos pasado el Pleistoceno.
Y que al fin y al cabo siguen mandando los mismos
y los dinosaurios nunca se extinguieron
y el mundo no, el mundo no, no es como lo habíamos imaginado.
-Claro que no, joder. Claro que no, joder.
¿Por qué tienen que sufrir para que otros puedan disfrutar?

-No lo entiendo. No lo entiendo.
Nunca lo he entendido, nunca lo he querido entender.



Víctor Cuetos, Xixón, 2016

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