Cada vez que anuncian
Tormentas en el desierto
por la Libertad Duradera
no puedo evitar temblar de miedo.
Ante la sonrisa de un niño
no puedo ocultar mis lágrimas
y pensar en mis sobrinos
Alejandro, Carolina, Llarita.
Y pensar en los hijos de mis amigos;
Germán, Lola, Olaya.
Germán, Lola, Olaya.
Que más da, sus nombres.
Pensar en esos ancianos
que bajan del autobús
apoyándose el uno en el otro
o los que esperan con anhelo
la inauguración del tranvía.
¿Y si ahora cayera una bomba de
racimo?
Imagínense el terror, el horror:
-¿La destrucción o el amor?
-que diría Aleixandre.
Ante vuestras miradas
la mía pasea por las vuestras
y pienso en vuestros niños
y no dejo de pensar en todos
ELLOS/ELLAS.
-¿Qué culpa tienen? ¿A qué duro e
implacable castigo les sometemos?
El paso del tiempo no augura futuros
mejores
soy un pasajero del metro que sueña
que al salir
todo habrá sido un sueño
Hoy mi súplica es simple y sencilla:
-Cuiden a sus niños en un clima de paz
pero cuéntenles la verdad ;
“la historia de una civilización
construida a base de guerras”.
Eterno, Xx, XXXX
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