sábado, 6 de agosto de 2022

Interludio

 



I

Para mi los días de verano

eran casi igual que los de invierno.

Empezaban cuando mis amigos

volvían de la piscina municipal

de la que no era socio.

Y había que pagar.

 

Los esperaba leyendo en casa.

O pegándole patadas al balón.

Contra la pared.

Una y otra vez.

Hasta que me cansaba.

 

Me acostumbré

en cierta medida

a la soledad

del que le da patadas al balón

para tirar los muros de esta ciudad.

A pensar cual sería la próxima aventura.

Escaparse del abusón del barrio

y reírnos de él.

Meterse en el garaje de nuestra calle

y saltar encima de los coches

para que nos siguiera el propietario.

A hacer chabolas y dividirnos en bandas

para tirarnos piedras o destruir la chabola

de la banda contraria.

Romper cristales en la fábrica de Loza.

Romper vasijas, cerámicas.

Quemar los archivos.

 

Es mentira.

El ideólogo de todo aquello.

Está muerto.


II

Pasaron los años

y los veranos, los veranos  

ya no eran igual que los inviernos.

Me colé en aquella piscina

con otro amigo y nos pillaron.

Me dejó solo mientras él escapaba.

No se lo perdoné

casi me pego con él.

Estaba furioso, herido y avergonzado.

 

Es mentira.

Se lo perdoné.

Siempre se lo perdoné todo.

Menos cuando me ofreció

una pistola.

Son palabras mayores.

No es lo mismo tirar piedras

que disparar. Y ellos lo saben.

Si fuéramos igual de armados que ellos,

estarían en inferioridad de condiciones

pero seguirían siendo infinitamente más poderosos. 

Digo las Autoridades.

 

III

 

También se lo perdoné.

Con el paso de los tiempos.

Volvimos a ser amigos.

Después de mucho tiempo.

La amistad construye;

aunque para construir algo

primero hay que destruir muchas veces.

 

IV

Nos hacemos mayores

y eso que pensamos

que dejaríamos un cadáver bonito.

Como nuestros ídolos.

Y al final vamos a ser pellejo

y una masa de recuerdos 

que se disipan con la edad. 

 V

Sobrevivimos a todo.

Pero no sobreviviremos

al Cambio Climático

ni al Telediario

ni mucho menos 

a nosotros mismos. 


Víctor Cuetos, Xx, Xxxx 

Realidad Ficcionada 


 

 

 

 

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