No conocerás a su familia, ni tampoco
lo conocerás a él, aunque yo te diga su nombre te lo presente, te
cuente, te muestre quien es no tienes porque conocerlo, ni tampoco
esta historia tiene que corresponderse a una historia real, pero si a
la realidad que nos ocupa.
Escojo un nombre y un contexto muy
determinado; el ámbito laboral en el que me muevo. La clase precaria
hoy se compone de los hijos y las hijas de la clase trabajadora y del
inmigrante de primera y segunda generación. Las nuevas formas de
explotación no son tan nuevas pero nos sorprenden en una época en
la que pensábamos que todo estaba atado y bien atado.
La nueva servidumbre pasa por una
situación de neoesclavitud que en algunos casos sobrepasan todos los
límites morales y éticos conocidos hasta hoy. Una nueva época nos
espera y aun no hemos conseguido levantarnos de nuestros traspiés.
Tu y yo somos un sujeto elíptico en un mundo dividido en miserables y esclavos de los miserables
-¿Qué pinta se supone que tienen los
poetas?
-No sé, asi como tú. En plan rockero.
Como tu vistes, con esas patillas. A mi me lo pareces. No das el pego
de que te guste el techno ni vayas a raves.
-Joder, Edgar. Los poetas también son
calvos. ¿O qué? No me digas eso, solo te falta que me llames señor.
-Jajajajaja...que no men, no te rayes.
A mi me caes bien, y ya está. Lo que pasa que bromeas demasiado
conmigo y a veces no te entiendo.
-Jajajaja.
-Claro es que soy antisistema pero yo
creo que tu me entiendes. ¿A qué sí?
-Si, bueno...ya te dije que yo me
siento muy identificado, men. Con lo que dices muchas veces.
-Bueno dime una cosa ahora que estamos
solos en la cocina. ¿Tu te sientes español? Supongo que al ser
inmigrante de segunda generación no tengas ningún problema con la
nacionalidad. Y que tampoco tendrás que hacer el examen de
hispanidad. O vas a ponerte ahora a bailar sevillanas.
-No sé, men, yo paso de esas cosas. Me
siento del mundo y ya está. Por suerte soy de aquí, he nacido aquí.
Pero hay gente que sigue mirándome mal simplemente por el color de
mi piel y eso me jode, men. Aunque también paso mucho del tema de
pandilleros y eso. De hecho tenía un amigo que empezó a pasar
mierda. Y para mi ese tío ya no existe.
-Sí? ¿Y qué pasaba? ¿Hachís?
-Sí, bueno creo que lo estafaron. Y se
metió en un jaleo. Le dieron hachís para que lo pasara y se lo
robaron nada más aparecer por el parque donde paraba. Un amigo suyo
creo. Ahora debe el dinero, y encima no tiene nada para recuperarlo.
Ya le han amenazado. Por eso te digo, men. Yo paso de todo, solo
quiero trabajar, me da igual y ayudar a mi familia.
-Eso está muy bien, Edgar. Que no te
metas en esos jaleos, siempre trae problemas. Yo nací en un barrio
durillo en el que se trapicheaba bastante, y en el mejor de los casos
o te robaban o robabas.
Espabilar a veces significa meterse en
terrenos bastante farragosos, en los que el bien y el mal no está
muy bien delimitado. No es que a mi me importe mucho.
-Lo dicho, loco, yo paso de esas
historias. Tengo mi trabajo, ayudo a mi familia. Mi padre está en
paro, y además tiene una enfermedad que no le permite trabajar. Y me
necesitan.
-Es lo único que importa, hazme caso.
El amor, la amistad y la familia. Oye nos ponemos con los bollos que
esto ya está recogido. Y luego si quieres te pones a estirar
mientras miro las neveras y preparo todo para la noche
Las personas que tenemos mejores condiciones de vida tenemos la obligación moral de rebelarnos
Edgar es uno de esos chicos que a muy
temprana edad tuvo que asumir la responsabilidad de llevar el pan a
casa, mantener a su familia y al mismo tiempo estudiar. Su vida no
es fácil, no se la han puesto fácil. Pero tiene la suficiente
capacidad y energía para asumir todo ese peso y además sacar algo
de tiempo para sus amigos. Jugar partidos de fútbol antes de
trabajar, leer libros de historia sobre las antiguas civilizaciones y
seguir formándose. Debería ser el orgullo de muchos padres de clase
media pero a él el dinero no le cae del cielo. Ahora bien, el
problema no es él. El problema es quien se aprovecha de su necesidad
para sacar partido, o incluso para aumentar sus beneficios.
Su debilidad es su familia y quizás la
ingenuidad de pensar que trabajar es un regalo de dios, una
oportunidad para resolver los problemas económicos. Tiene que
aceptar un sueldo de mierda por más de 40 horas semanales, y además
no le queda más remedio que agachar la cabeza si sus condiciones
laborales se ven aun más precarizadas.
La miseria moral que rodea al que
exprime a quien más necesita el dinero es intolerable, y las
personas que están en condiciones más favorables tienen la
obligación moral de rebelarse ante quien ejerce la explotación por
la explotación sin importarle absolutamente nada.
Mi abuelo trabajaba en la mina en los
años 60 y 70, cuanto más lo pienso más me recuerda a Edgar, hemos
retrocedido brutalmente. La diferencia quizás sea que mi abuelo tuvo
que tragar con unas condiciones laborales muy crudas que afectaban
directamente a su salud. Aun así después de la mina tenía fuerza
suficiente para jugar un partido de fútbol con su equipo y como el
decía “el único trofeo que le daban como futbolista era un platu
de fabes”.
Somos una gran familia tienes que estar dispuesto a darlo todo a cambio de nada
Cuando se marchó Edgar yo me quedé
solo, todas las tardes compartía un rato de trabajo con él y luego
hasta la noche no venía nadie. Al venir el resto me enteré que por
la mañana habían venido los jefes para hablar con él. Hacía
tiempo que tenía la sensación de que siempre venían cuando yo no
estaba, no sé si es que me había ganado la fama de sindicalista por
un incidente que tuve con uno de los supervisores. Edgar tenía el
mismo contrato que yo, las mismas condiciones laborales y hacía más
o menos el mismo trabajo. Era más joven y el error de la empresa fue
no ponerle una categoría inferior para sacar más rendimiento y
beneficio. Cuando la carga de trabajo empezó a bajar se reunieron
con él. Dentro de la cocina hay una pequeña sala donde se estira la
masa de la pizza. Los jefes entraron directamente a esta sala y allí
le ofrecieron una nuevas condiciones laborales.
-Edgar, aunque queremos lo mejor para ti
no podemos mantenerte en las mismas condiciones laborales que al
resto, por la semana ha bajado mucho el trabajo y nos vemos en la
obligación para evitar despedirte y para que sigamos todos adelante
como una gran familia en quitarte todos los meses 300 euros de tu
salario. Además hay quejas de tus compañeros porque tu cobras lo
mismo que ellos y creen que teniendo mucha más antigüedad que tu, y
cargando con muchas más responsabilidades tu no puedes cobrar lo
mismo que ellos. Como no podemos bajarte la categoría tendrás que
hacer el ingreso en nuestra cuenta todos los meses. Es fácil lo
domicilias y así te olvidas.
-Vale, lo entiendo, no pasa nada. Sé
que hay menos trabajo por la semana. Me da igual yo con 900 euros
tiro bien el mes, no tengo gastos propios, se lo doy todo a mi familia,
menos lo que es para los estudios.
Los jefes jefazos se fueron alegres y contentos, por el mismo camino por el que habían venido. Que más da una vida más o menos precaria si con ello pueden llenar sus bolsillos de miserias morales.
Continuará...
Cuetos Víctor, Xixón, 2016
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