viernes, 18 de marzo de 2016

Los Miserables



No conocerás a su familia, ni tampoco lo conocerás a él, aunque yo te diga su nombre te lo presente, te cuente, te muestre quien es no tienes porque conocerlo, ni tampoco esta historia tiene que corresponderse a una historia real, pero si a la realidad que nos ocupa.
Escojo un nombre y un contexto muy determinado; el ámbito laboral en el que me muevo. La clase precaria hoy se compone de los hijos y las hijas de la clase trabajadora y del inmigrante de primera y segunda generación. Las nuevas formas de explotación no son tan nuevas pero nos sorprenden en una época en la que pensábamos que todo estaba atado y bien atado.
La nueva servidumbre pasa por una situación de neoesclavitud que en algunos casos sobrepasan todos los límites morales y éticos conocidos hasta hoy. Una nueva época nos espera y aun no hemos conseguido levantarnos de nuestros traspiés.
 
Tu y yo somos un sujeto elíptico en un mundo dividido en miserables y esclavos de los miserables 

-¿Qué pinta se supone que tienen los poetas?
-No sé, asi como tú. En plan rockero. Como tu vistes, con esas patillas. A mi me lo pareces. No das el pego de que te guste el techno ni vayas a raves.
-Joder, Edgar. Los poetas también son calvos. ¿O qué? No me digas eso, solo te falta que me llames señor.
-Jajajajaja...que no men, no te rayes. A mi me caes bien, y ya está. Lo que pasa que bromeas demasiado conmigo y a veces no te entiendo.
-Jajajaja.
-Claro es que soy antisistema pero yo creo que tu me entiendes. ¿A qué sí?
-Si, bueno...ya te dije que yo me siento muy identificado, men. Con lo que dices muchas veces.
-Bueno dime una cosa ahora que estamos solos en la cocina. ¿Tu te sientes español? Supongo que al ser inmigrante de segunda generación no tengas ningún problema con la nacionalidad. Y que tampoco tendrás que hacer el examen de hispanidad. O vas a ponerte ahora a bailar sevillanas.
-No sé, men, yo paso de esas cosas. Me siento del mundo y ya está. Por suerte soy de aquí, he nacido aquí. Pero hay gente que sigue mirándome mal simplemente por el color de mi piel y eso me jode, men. Aunque también paso mucho del tema de pandilleros y eso. De hecho tenía un amigo que empezó a pasar mierda. Y para mi ese tío ya no existe.
-Sí? ¿Y qué pasaba? ¿Hachís?
-Sí, bueno creo que lo estafaron. Y se metió en un jaleo. Le dieron hachís para que lo pasara y se lo robaron nada más aparecer por el parque donde paraba. Un amigo suyo creo. Ahora debe el dinero, y encima no tiene nada para recuperarlo. Ya le han amenazado. Por eso te digo, men. Yo paso de todo, solo quiero trabajar, me da igual y ayudar a mi familia.
-Eso está muy bien, Edgar. Que no te metas en esos jaleos, siempre trae problemas. Yo nací en un barrio durillo en el que se trapicheaba bastante, y en el mejor de los casos o te robaban o robabas.
Espabilar a veces significa meterse en terrenos bastante farragosos, en los que el bien y el mal no está muy bien delimitado. No es que a mi me importe mucho.
-Lo dicho, loco, yo paso de esas historias. Tengo mi trabajo, ayudo a mi familia. Mi padre está en paro, y además tiene una enfermedad que no le permite trabajar. Y me necesitan.
-Es lo único que importa, hazme caso. El amor, la amistad y la familia. Oye nos ponemos con los bollos que esto ya está recogido. Y luego si quieres te pones a estirar mientras miro las neveras y preparo todo para la noche

Las personas que tenemos mejores condiciones de vida tenemos la obligación moral de rebelarnos 

Edgar es uno de esos chicos que a muy temprana edad tuvo que asumir la responsabilidad de llevar el pan a casa, mantener a su familia y al mismo tiempo estudiar. Su vida no es fácil, no se la han puesto fácil. Pero tiene la suficiente capacidad y energía para asumir todo ese peso y además sacar algo de tiempo para sus amigos. Jugar partidos de fútbol antes de trabajar, leer libros de historia sobre las antiguas civilizaciones y seguir formándose. Debería ser el orgullo de muchos padres de clase media pero a él el dinero no le cae del cielo. Ahora bien, el problema no es él. El problema es quien se aprovecha de su necesidad para sacar partido, o incluso para aumentar sus beneficios.
Su debilidad es su familia y quizás la ingenuidad de pensar que trabajar es un regalo de dios, una oportunidad para resolver los problemas económicos. Tiene que aceptar un sueldo de mierda por más de 40 horas semanales, y además no le queda más remedio que agachar la cabeza si sus condiciones laborales se ven aun más precarizadas.
La miseria moral que rodea al que exprime a quien más necesita el dinero es intolerable, y las personas que están en condiciones más favorables tienen la obligación moral de rebelarse ante quien ejerce la explotación por la explotación sin importarle absolutamente nada.
Mi abuelo trabajaba en la mina en los años 60 y 70, cuanto más lo pienso más me recuerda a Edgar, hemos retrocedido brutalmente. La diferencia quizás sea que mi abuelo tuvo que tragar con unas condiciones laborales muy crudas que afectaban directamente a su salud. Aun así después de la mina tenía fuerza suficiente para jugar un partido de fútbol con su equipo y como el decía “el único trofeo que le daban como futbolista era un platu de fabes”.

Somos una gran familia tienes que estar dispuesto a darlo todo a cambio de nada 

Cuando se marchó Edgar yo me quedé solo, todas las tardes compartía un rato de trabajo con él y luego hasta la noche no venía nadie. Al venir el resto me enteré que por la mañana habían venido los jefes para hablar con él. Hacía tiempo que tenía la sensación de que siempre venían cuando yo no estaba, no sé si es que me había ganado la fama de sindicalista por un incidente que tuve con uno de los supervisores. Edgar tenía el mismo contrato que yo, las mismas condiciones laborales y hacía más o menos el mismo trabajo. Era más joven y el error de la empresa fue no ponerle una categoría inferior para sacar más rendimiento y beneficio. Cuando la carga de trabajo empezó a bajar se reunieron con él. Dentro de la cocina hay una pequeña sala donde se estira la masa de la pizza. Los jefes entraron directamente a esta sala y allí le ofrecieron una nuevas condiciones laborales.

-Edgar, aunque queremos lo mejor para ti no podemos mantenerte en las mismas condiciones laborales que al resto, por la semana ha bajado mucho el trabajo y nos vemos en la obligación para evitar despedirte y para que sigamos todos adelante como una gran familia en quitarte todos los meses 300 euros de tu salario. Además hay quejas de tus compañeros porque tu cobras lo mismo que ellos y creen que teniendo mucha más antigüedad que tu, y cargando con muchas más responsabilidades tu no puedes cobrar lo mismo que ellos. Como no podemos bajarte la categoría tendrás que hacer el ingreso en nuestra cuenta todos los meses. Es fácil lo domicilias y así te olvidas.
-Vale, lo entiendo, no pasa nada. Sé que hay menos trabajo por la semana. Me da igual yo con 900 euros tiro bien el mes, no tengo gastos propios, se lo doy todo a mi familia, menos lo que es para los estudios.

Los jefes jefazos se fueron alegres y contentos, por el mismo camino por el que habían venido. Que más da una vida más o menos precaria si con ello pueden llenar sus bolsillos de miserias morales. 


Continuará...

Cuetos Víctor, Xixón, 2016

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