Me gusta ver a los cormoranes
cuando secan sus alas
al sol y al aire
extendiéndolas
en el horizonte
regulando sus bolsas aéreas.
Para volar
y volver a zambullirse.
Volar y volver a zambullirse.
Suena bien.
Como yo
o como tú
que vivimos aquí juntos
que tocamos fondo juntos
que "comemos techo" juntos
que volamos
nos zambullimos
en nuestras aguas
cálidas
a veces frías.
Pienso también en mi tío
en lo que me dijo en su último mail
sobre lo que escribo ahora
o sobre como escribo ahora.
Siento la necesidad de observar
lo que ocurre a mi alrededor
e intentar mantenerme en silencio
hasta que puedo escribir
o puedo hablar más allá de palabras
mudas o ciegas, o ambas cosas.
Por eso me sorprenden los Cormoranes
tan ajenos a nuestras vidas
tan bonitos
sus alas negras
su silueta negra
su función vital
secarse
embolsarse aire
comer
volver a comer
volar
volver a zambullirse.
Son poesía, joder.
Mi querido tío
yo siempre he sido
un poco existencial
lo cual:
No quiere decir
que me pueda escapar
del hecho irrefutable
de qué vivimos en un país desagradecido
que da más valor a un contenedor
de basura que a quién busca comida en él
mientras el rey emérito vive de puta madre.
Mi querido tío;
que escriba de los cormoranes
no quiere decir que pueda escribir
también
de este Estado (de derecho)
que da más valor
a un escaparate de Tommy Hilfiger
o a la Borsa de Barcelona
que a la falta y a la carencia
de libertad de expresión.
Por eso, mi querido tío
como los Cormoranes
necesito coger aire
volar
para volver a zambullirme.
Por qué nuestro futuro
es tan negro
como negras son
las alas de los Cormoranes.
Llibertá pa Pablo Hasél
Víctor Cuetos, La Isla de los Cormoranes, XXXX