martes, 23 de febrero de 2021

La isla de los Cormoranes

 



Me gusta ver a los cormoranes

cuando secan sus alas

al sol y al aire

extendiéndolas

en el horizonte

regulando sus bolsas aéreas.


Para volar

y volver a zambullirse.

Volar y volver a zambullirse.

Suena bien.


Como yo

o como tú

que vivimos aquí juntos 

que tocamos fondo juntos

que "comemos techo" juntos

que volamos

nos zambullimos

en nuestras aguas

cálidas

a veces frías.


Pienso también en mi tío 

en lo que me dijo en su último mail

sobre lo que escribo ahora

o sobre como escribo ahora. 

Siento la necesidad de observar

lo que ocurre a mi alrededor

e intentar mantenerme en silencio

hasta que puedo escribir

o puedo hablar más allá de palabras

mudas o ciegas, o ambas cosas.


Por eso me sorprenden los Cormoranes

tan ajenos a nuestras vidas

tan bonitos

sus alas negras

su silueta negra

su función vital

secarse

embolsarse aire

comer

volver a comer

volar

volver a zambullirse.

Son poesía, joder. 


Mi querido tío

yo siempre he sido

un poco existencial

lo cual: 


No quiere decir

que me pueda escapar

del hecho irrefutable 

de qué vivimos en un país desagradecido

que da más valor a un contenedor

de basura que a quién busca comida en él

mientras el rey emérito vive de puta madre. 


Mi querido tío; 

que escriba de los cormoranes 

no quiere decir que pueda escribir 

también

de este Estado (de derecho)

que da más valor

a un escaparate de Tommy Hilfiger

o a la Borsa de Barcelona

que a la falta y a la carencia

de libertad de expresión.


Por eso, mi querido tío

como los Cormoranes

necesito coger aire

volar

para volver a zambullirme.

Por qué nuestro futuro

es tan negro

como negras son

las alas de los Cormoranes.


Llibertá pa Pablo Hasél


Víctor Cuetos, La Isla de los Cormoranes, XXXX

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