No muerdas la mano
del que te da de comer
aunque te apriete el cuello
te hunda el pecho
y te dé de latigazos
en la espalda.
Ver, oír y callar
y agachar la cabeza
cuando pasan los jefazos
o hacer que estás trabajando
aunque no tengas nada que hacer
o sea justo la hora de irte a casa.
Si te aprietan, tú no aprietes
aunque te caigan los calzoncillos
o las bragas de sudar
te opriman las ganas de...
y reprimes las ganas de...
aunque arrastres los pies
del cansancio
y tu cabeza ya no pueda pensar más.
Tú no aprietes, si te aprietan.
Cede, cede, cede
una vez más
que la cosa está muy mal.
VER, OÍR Y CALLAR.
PON LA OTRA MEJILLA.
NO MUERDAS LA MANO
DEL QUE TE DA DE COMER.
Aunque en el trabajo
tus jefes te aprieten
y ya en casa
las eléctricas
los bancos
te aprieten un poco más.
Y más, y más, y más
hasta el final.
¿Lo habéis entendido ya?
Yo no, a mí me enseñaron
a revolverme como una serpiente
y a defenderme con uñas y dientes
hasta el final.
Hasta el puto final.
Niño Criminal, Xx, XXXX
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