Yo salí ahí
con la inmensidad.
Como cuando nací
y era un árbol y su copa.
Crecían las ramas y yo con ellas.
Y me sentí mejor que Dios.
Y de repente se acabó todo.
Y no eras más que otro árbol caído
de ramas agitadas por el viento
tocándose desesperadas
agarrándose unas a otras
para no caer sobre ese manto gélido.
Y fue ahí
lo sé
mientras observaba
como los pliegues de los valles
se montaban superpuestos
se movían tenían vida.
Fue ahí
O justo un instante antes
cuando recordé a Federico
y las cunetas que sembró Franco
sobre los campos yermos
y hieráticos.
Y mis lágrimas brotaron
y entraban y salían
brillando como el neón
desde las cuencas de la tierra
hasta los confines
de mis ojos.
Eran lágrimas de Luz
o un reconocerse
ante los muertos
qué aún brillan en la oscuridad
destapando el misterio
llenando de vida
el vacío
qué dejó el espanto
Víctor Cuetos, Xixón, 2022
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