Como los aullidos
somos animales heridos.
Lacerados, laceradas,
lo anduvimos todo.
Como si fuéramos eternos
y la vida como la muerte
solo fuera algo más de lo que hablar
cuando no estemos muertos;
todavía.
Ladramos, aullamos, gemimos.
Ronroneamos, mientras nos rozamos.
Y luego el grito, como la soledad
mudo en un parnaso que no es parnaso.
En una habitación vacía
en la que solo estás tú
y algo que se te parezca.
Más a ti, más a todos, más a todas.
Igual de perdidos que los que dijeron
que se encontraron
cuando más perdidos estaban.
O solo, simplemente, solo
aprendieron a convivir con ellos mismos.
Y encontraron la paz.
Como los aullidos
somos animales heridos
con la vista perdida en alguna parte
que siempre vuelve al mismo lugar.
Huir como los aullidos
perderse como los gritos
hacerse el loco
el mudo
el sordo
no ver más
que lo que solo quieres ver.
Y así no, así no.
Así siempre vuelves a la misma mierda.
A los círculos viciosos.
A una ecuación al cuadrado.
A los triángulos de las Bermudas
A los aros concéntricos
por muy olímpicos que sean.
Como aullidos
somos animales heridos
en una habitación en Lisboa
con vistas al Liceo
buscando drones
que nos vigilen
cuando solo somos animales heridos.
Unos vagan por la tierra
otros imploran al cielo
que haya lluvias
que cese el calentamiento
y otros y otras
solo quieren aumentar
su cuenta bancaria.
Y explotar al que tienen al lado.
Ahí reside la
diferencia.
El problema son los que nos usan
como si fuéramos cobalto
o una pila de esas
de usar y tirar.
Víctor Cuetos, Xx, XXXX
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