La verdad es que nunca quise tener
una vida interesante. Me gustaba
jugar a baloncesto de niño
y perder la cazadora en todos
los partidos. Era gordo
y comía manzanas Golden
en el recreo del Colegio.
Aun así me gustaba saltar las vallas
y que mi madre me riñera
por romper el pantalón del chándal
o perder la cazadora.
Al final nos hacía gracia a los dos.
Nos gustaba ver el cine de la Dos
yo ya me había memorizado
los nombres de directores, actores,
y actrices del Cine Clásico.
Del que no me acuerdo es del
presentador creo que era un tal
Garcilaso de la Vega.
Y para mí el Larousse
era como la Play Station
o la Biblia.
Todos los días tenía una palabra
para buscar su significado
y luego entonces seguía leyendo
unas cuantas hojas más del
Larousse.
Porque mi madre se cansó
de que le preguntara por el
significado de todas las palabras
que me venían a la cabeza y me dijo:
Mira, ahí, en ese estante tienes el
diccionario. Búscala.
Mi madre siempre estaba leyendo
o haciendo crucigramas
o remendando mi chándal
porque no me duraban nada.
Me gustaba mucho saltar vallas
y muros, cuanto más altos mejor.
Sin embargo en mi casa
había un trozo del Muro de Berlín.
Que pena, que ese no lo pude saltar.
Viví la Guerra Fría en mi casa
cuando arranqué un póster
del Che Guevara de mi habitación.
Por declararme anarquista
al comunista de mi padre.
Con el tiempo, Papá,
aprendimos
a quererte con el sol de tu bravura.
Un día, aún siendo niños mientras
nuestra madre iba a por el pan
mi hermana abría la puerta a la
policía secreta que venían
a detenerte o a meter miedo a toda
la familia. En época de Huelgas.
Así qué, este poema, es mi pequeño
homenaje a mi padre y a mi madre.
Porque padres no los puedo llamar.
No me gusta ese paternalismo.
Sin más. Son mi sangre. Mi gente,
mis amigos.
Fluyen conmigo. Son amor y
respeto. Y todo ello junto.
Gracias.
A Margarita y Vitorino.
Víctor Cuetos, Xx, XXXX
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