Conocí el caso del 4F, un poquito más
de cerca, en Zaragoza, cuando aun vivía allí, me invitaron o me
auto invité a varios recitales de poesía. Uno en la Madalena y otro
en un Centro Social Ocupado en el barrio de Torrero, un barrio obrero
tradicionalmente de izquierdas. De esos que algunos que viven o
piensan vivir en el centro de todo suelen denominar Extrarradio.
No me motivo el hecho de que Patricia
Heras fuera poeta y aun lo es, porque sus versos quedarán en la
memoria de muchos y muchas. Me motivó su sensibilidad al
escribirlos, ese ir más allá, ese verse desde afuera y zigzaguear
con el abismo para encontrar respuestas a la ignominia y la barbarie.
Patricia no se suicidó, a Patricia la
mataron sus sueños y sus pesadillas, porque sabía que no podría
volver a ver con los mismos ojos inquietos el mundo que le rodeaba.
Porque sus pesadillas golpeaban con fuerza y empujaban a los sueños
a un abismo de carreras, de golpes, de reclusiones, de dolorosos
gemidos, de gritos de rabia.
El día que recité en Torrero iba para
dar mi apoyo, para dar ánimo, ponerme de ejemplo y decirles bueno,
al final saldrán. Hubo un silencio y un nudo en la garganta. En
lugar de recitar un par de poemas acabé leyendo pequeños relatos, y
poemas incendiarios. Me pedían más y yo no me podía negar y
disfrutaba con ello. Estuve una hora, no sé, perdí la consciencia
del tiempo y del espacio.
Esa sensación que se instala cuando
creas, cuando te transformas en palabras y tu cuerpo y realidad
despega. Y formas parte de un todo.
Patricia no era bandera ni mártir de
nada, ni pertenecía a un grupo determinado de la izquierda,
no obtuvo el apoyo que otros tuvimos o quiso mantenerse al margen de
cualquier ideología o grupo. Supongo y ya es mucho decir, que
pertenecía aquella clase de personas que no puedes etiquetar
fácilmente por lo que su defensa y su vulnerabilidad golpea con más
fuerza si cabe, y en cualquier parte del mundo por lejos que te vayas.
Ella ya no podrá emocionarse, o reírse
escribiendo sus versos, nosotros sí, nosotras sí podremos hacerlo
en su memoria y en su nombre. Recordar que tenía voz, una voz propia
a la que te acostumbras, la que habita en sus versos y dispara con
rotundidad y alevosía.
Quizás, solo quizás y hasta donde yo
puedo llegar es que no quiso despertarse nunca más porque sabía que
nada iba a ser igual. Y eso no tiene perdón, ni olvido ni nada que
lo repare.
Ahí queda, junto con la burocracia de
un sistema que no duda en apartarte y en señalarte, en atraparte, en
utilizarte y joderte la vida para enmendar sus
gravísimos errores.
La crueldad con la que se pasean los
días, el escupir sobre vuestras cabezas-conciencias, a ver si así
despertáis, la necesidad de sentir tu cuerpo vacío y saber que te
has olvidado de como se pedía cariño. La necesidad de apartarte de
esos pensamientos que nos desnudan y nos alejan del calor del grupo,
porque has perdido la empatía y la barbarie se ha instalado en tu
cuerpo para siempre.
¿Para qué seguir viviendo?, ¿De la
misma manera?, si la mejor forma de alejarte de todo es perder la
consciencia. Porque solo perdiendo la consciencia puedes empezar de nuevo, y borrar todo aquello que te ha transformado en lo que hoy eres y quizás no quieras ser. Borrar por lo que te conocen, por lo que fuiste, por lo que te paran, te detienen, por lo que tienes que esforzarte en explicar una y otra vez hasta la obsesión. Por lo que te miran con pena y congoja, por lo que se lamentan, por la misma razón por la que te sientes desubicado, extraño y fuera de la realidad. Y con ganas de perder la consciencia para siempre.En los versos de Patricia habita su legado y su corta vida. Maldita la hora en la que se tropezó con los cuerpos uniformados que militarizan la razón del poderoso, que no es justa ni proporcional ni intenta serlo.
Patricia sigue viva, aunque algunos quieran olvidar su nombre, aunque algunos pretendan fingir que están vivos, ellos son los muertos en vida, los cadáveres que abundan y habitan las ciudades.
Sigue viva y habita en sus versos, en su poesía. En todo lo que dejó escrito.
Sigue viva y habita en sus versos, en su poesía. En todo lo que dejó escrito.
Cuetos Víctor, Eterno, Gijón, 2015.
Enlaces del documental y de su blog:
Documental
Poeta muerta:
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