domingo, 18 de enero de 2015

Ciutat Morta



Conocí el caso del 4F, un poquito más de cerca, en Zaragoza, cuando aun vivía allí, me invitaron o me auto invité a varios recitales de poesía. Uno en la Madalena y otro en un Centro Social Ocupado en el barrio de Torrero, un barrio obrero tradicionalmente de izquierdas. De esos que algunos que viven o piensan vivir en el centro de todo suelen denominar Extrarradio.
No me motivo el hecho de que Patricia Heras fuera poeta y aun lo es, porque sus versos quedarán en la memoria de muchos y muchas. Me motivó su sensibilidad al escribirlos, ese ir más allá, ese verse desde afuera y zigzaguear con el abismo para encontrar respuestas a la ignominia y la barbarie.
Patricia no se suicidó, a Patricia la mataron sus sueños y sus pesadillas, porque sabía que no podría volver a ver con los mismos ojos inquietos el mundo que le rodeaba. Porque sus pesadillas golpeaban con fuerza y empujaban a los sueños a un abismo de carreras, de golpes, de reclusiones, de dolorosos gemidos, de gritos de rabia.

El día que recité en Torrero iba para dar mi apoyo, para dar ánimo, ponerme de ejemplo y decirles bueno, al final saldrán. Hubo un silencio y un nudo en la garganta. En lugar de recitar un par de poemas acabé leyendo pequeños relatos, y poemas incendiarios. Me pedían más y yo no me podía negar y disfrutaba con ello. Estuve una hora, no sé, perdí la consciencia del tiempo y del espacio.
Esa sensación que se instala cuando creas, cuando te transformas en palabras y tu cuerpo y realidad despega. Y formas parte de un todo.

Patricia no era bandera ni mártir de nada, ni pertenecía a un grupo determinado de la izquierda, no obtuvo el apoyo que otros tuvimos o quiso mantenerse al margen de cualquier ideología o grupo. Supongo y ya es mucho decir, que pertenecía aquella clase de personas que no puedes etiquetar fácilmente por lo que su defensa y su vulnerabilidad golpea con más fuerza si cabe, y en cualquier parte del mundo por lejos que te vayas.

Ella ya no podrá emocionarse, o reírse escribiendo sus versos, nosotros sí, nosotras sí podremos hacerlo en su memoria y en su nombre. Recordar que tenía voz, una voz propia a la que te acostumbras, la que habita en sus versos y dispara con rotundidad y alevosía.
Quizás, solo quizás y hasta donde yo puedo llegar es que no quiso despertarse nunca más porque sabía que nada iba a ser igual. Y eso no tiene perdón, ni olvido ni nada que lo repare.
Ahí queda, junto con la burocracia de un sistema que no duda en apartarte y en señalarte, en atraparte, en utilizarte y joderte la vida para enmendar sus gravísimos errores.

La crueldad con la que se pasean los días, el escupir sobre vuestras cabezas-conciencias, a ver si así despertáis, la necesidad de sentir tu cuerpo vacío y saber que te has olvidado de como se pedía cariño. La necesidad de apartarte de esos pensamientos que nos desnudan y nos alejan del calor del grupo, porque has perdido la empatía y la barbarie se ha instalado en tu cuerpo para siempre.
¿Para qué seguir viviendo?, ¿De la misma manera?, si la mejor forma de alejarte de todo es perder la consciencia. Porque solo perdiendo la consciencia puedes empezar de nuevo, y borrar todo aquello que te ha transformado en lo que hoy eres y quizás no quieras ser. Borrar por lo que te conocen, por lo que fuiste, por lo que te paran, te detienen, por lo que tienes que esforzarte en explicar una y otra vez hasta la obsesión. Por lo que te miran con pena y congoja, por lo que se lamentan, por la misma razón por la que te sientes desubicado, extraño y fuera de la realidad. Y con ganas de perder la consciencia para siempre.
En los versos de Patricia habita su legado y su corta vida. Maldita la hora en la que se tropezó con los cuerpos uniformados que militarizan la razón del poderoso, que no es justa ni proporcional ni intenta serlo.
Patricia sigue viva, aunque algunos quieran olvidar su nombre, aunque algunos pretendan fingir que están vivos, ellos son los muertos en vida, los cadáveres que abundan y habitan las ciudades.
Sigue viva y habita en sus versos, en su poesía. En todo lo que dejó escrito. 

 Cuetos Víctor, Eterno, Gijón, 2015. 

Enlaces del documental y de su blog: 
Documental 

Poeta muerta: 

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