El 11S de Salvador Allende
Mi madre era y supongo que es
socialista por eso las
dictaduras que retratan las películas me resultan tan familiares.
Pero le pegaba más Salvador Allende que Felipe González. Solo hay
que comparar, la barriga de uno, el yate de otro y el cadaver de
Salvador Allende defendiendo la soberanía de Chile hasta el final de
su vida.
El
11S, el día de su muerte, en el Palacio de la Moneda, y el otro 11S;
el de las torres gemelas parecía una venganza de la historia por lo
mucho que el gobierno norteamericano y sus instituciones legales e
ilegales apoyaron y financiaron el gobierno de Pinochet en Chile y el
de Videla, en Argentina. Y sendos golpes de Estado. Porque no hay
gobierno con más experiencia en Golpes de Estado que los grandísimos
y puros Estado Unidos de América. Que se lo digan a Kissinger, que
le dieron el nobel de la Paz por acabar con el comunismo y de paso colaboró en cargarse a
media juventud en sendos países y otros limítrofes porque hacía falta purgar las economías latinoamericanas.
Que
a un asesino,a un psicópata, que organizo cientos de miles de
muertes o que fue responsable de ellas, le den el Premio Nobel de la
Paz dice mucho de un mundo que no es, no existe, viaja sin norte, se autorregula asimismo dicen los grandes chicos de Chicago y su infalible método
milton; los que diseñaron esta economía tan perfecta, y tan
inhumana al mismo tiempo.
A
mi padre le pegaba Good Bye Lenin, o Lloviendo Piedras, o la Canción
de Carla. A mi madre le pegaba “La noche de los cristales rotos”,
“Desaparecidos”. En mi casa teníamos en una de las estanterías
de la entrada a Simone de Beuvioir y a Sigmund Freud juntos. Pobre
Simone. La mujer rota y el superhombre puesto de coca hasta las
trancas que se permite analizar al resto del mundo por encima de los
hombros. Ese es Freud, con algunos matices.
Ella era y es otra versión, la otra
cara, la amable, menos cuando llevaba una zapatilla en la mano y un chándal en la otra mano, el mío, que había roto por saltar una
valla de esas que solo forman parte de nuestra imaginación. Se
enfurecía porque no me duraba ni un mes un chándal, y eso que lo
remendábamos una y otra vez con aquellos adhesivos que se calentaban
con la plancha y no duraban una semana.
La otra versión son todos esos libros
que leí con voracidad, Jack London, más Jack London, más Jack
London, Mark Twain, Fenimore Cooper, Hermin Melville, Enid
Blyton...y el cine de la dos cuando solo era un niño, y ante tal
ausencia, la de Garci digo, yo solo quería ver películas con mi
madre. Conozco a casi todos los actores y directores de esa época. Y
no sé porqué, por Garci no será...seguro, porque quien leía los
créditos mientras su madre le decía que se fuera para la cama que
lo iba a pillar su padre,era yo, eso lo tengo claro, y porque aunque
no existía mando yo me levantaba a cambiar de canal hasta que
empezara la película de la Dos. Al menos no había mando para
nosotros, nuestra familia llegó tarde a casi todo, el vhs y el beta
ni lo conoció, justo cuando lo averiguamos por nosotros mismos, por
tenerlo como pertenencia ya casi había salido el DVD y el CD. Y casi
todos los objetos digamos del capitalismo se nos regalaron porque mi
padre había ayudado a alguien en alguna denuncia o en alguna
reclamación sindical o vete tú a saber.
Íbamos despacio, casi lento, pero
caminábamos lejos de todo el ruido de la primera linea de salida.
Aunque sucumbieron a los noventa, cuando pasaron los noventa
comenzamos a tener VHS en casa. Ya era hora, yo quería ver todas las
películas del mundo y leer todos los libros del mundo. Pero ya.
Mi madre no era mormona, tampoco era
comunista, era más bien socialdemócrata, pero de las de verdad.
Porque mentira en ella no hay ni había ninguna. Aunque no me dejara
comer nocilla o yo que sé donuts todos los días. Sabía francés,
me obligaba a buscar el significado de las palabras en un viejo
Laruosse. Y yo le cogí gusto, y empezaba con una palabra y seguía
todas las que continuaban a esa palabra. Leía los diccionarios, los
libros, las recetas médicas, la letra pequeña y la grande. Era así.
Una enfermedad gramatical.
Esa versión original y no subtitulada
era mi madre, es mi madre, son mis padres. Casi todo el misterio de
nuestra existencia se debe a ellos. La que me agarraba de la mano, en
las manifestaciones contra la Otan, siendo solo un niño, y apretaba
fuerte cuando parecía que la policía iba a cargar, era ella.
La que hacía que mi hermana mayor nos
protegiera cuando ella se iba a hacer la compra era ella.
Un día ella no estaba, y vino la
policía a preguntar por mi padre. Supongo que no nos atrevimos a
responder o a abrir, pero mi hermana mayor fue a abrir, y nos agarró
de la mano a mi otra hermana y a mi, y se dispuso a abrir la puerta.
Estábamos colocados de mayor a menor. Aparecieron dos policías de
paisano preguntando por mi padre. Imaginar la escena, las hermanas
Dalton y yo. Que casualidad que se fueron sin más, pero se nos quedó
grabado para toda nuestra vida. Cuando se fueron, mi hermana nos bajó
al portal, supongo que aterrorizada, a esperar a nuestra madre o a
alguien del vecindario. Y ahí nos quedamos llorando los tres...Los
malos eran ellos, un niño nunca se equivoca.
Supongo
que por eso las películas sobre las dictaduras me resultan tan
familiares. Es fácil acojonar a tres niños, aprovechar que su
madre está en la compra, y no tiene a nadie en ese momento que quede
al cargo, excepto mi hermana mayor.
Como suponer tanta mala hostia...tanto
daño. Pero en este mundo la política del miedo es la que ejercen
casi todos los gobiernos para mantenernos calladitos haciéndonos
pensar que el capitalismo es el mejor sistema de todos, el infalible,
no falla oiga, tiene sus errores, pero lo de comparar y buscar otra
cosa mejor solo era un anuncio de televisión.
Busque,
compare y se encuentra algo mejor, compre.
Aunque en realidad es la política del
miedo la que mantiene invicto a este sistema.
Va sigiloso, por detrás, te
susurra cosas al oído que es posible que puedas llegar a tener, y
digo tener. Y cuando te das cuenta tienes una soga en el cuello. Si
desatas la cuerda vendrán las esposas y hasta las hostias por
detrás.
Pero no es esto lo que yo quería
contar. Lo que me jodía no es que mi padre fuera comunista y luchara
por sus ideas, lo que me jode es que vivimos en un mundo en el que no
podíamos compartir con los demás nuestra verdad porque casi nadie
se lo creía. De verdad que nadie se lo creía. O no lo querían
creer. La democracia era esto, una fábula, algo falso y endeble,
que se caía por su propio peso cuando alguien se atrevía a decir la
verdad. La verdad mata más que cualquier otro concepto que siendo
tan abstracto signifique tanto. Decir la verdad es peligroso, eso es
lo primero que aprendí, y que aun así no he sido capaz de
esconder. Verdad o consecuencia no era un juego ni para mi, ni para
mis hermanas, era una realidad que vivíamos casi todos los días. Y
no nos gustaba, para nada. Pinchazos de teléfono, llamadas de
madrugada, llamadas y más llamadas. LLAMADAS TELEFÓNICAS.
Mi madre me enseñó, no solo me enseñó
a levantar el culo y cambiar de canal cuando Garci y los suyos nos aburrían hasta la
extenuación, sabiendo que se hacía tarde para ver la película,
también me enseño a aprender por mi mismo, a verlo todo con mis
ojos, a tocarlo. A fregar, a encender la cocina, a mirar las potas, a
husmear en todos los lados. Alimentaba mi curiosidad y mi
inteligencia.
A creerlo todo si es necesario. El
misterio es suyo y es mío, y el cine negro y Humphrey Bogart y
Lauren Baccal, y Marlon Brandon, y Paul Newman, y Jonh Huston, Sean
Connery, Michael Caine, Sam Pechinpah, Billy Wilder, Marilyn. Gracias
a ella sabía que Anibal, el del Equipo A había hecho con aquella
niña adulta llamada Audrey Hepburn su Desayuno con Diamantes.
La primera persona con la que vi el
Tesoro de Sierra Madre, por la que leí la Fiebre del Oro, no fue por
Jonh Huston, ni por Jack London, ni por Garci, joder. Fue por mi
madre.En el tesoro de Sierra Madre no hay misterios. En la vida hay
dos clases de riqueza, la de la curiosidad y el conocimiento, y la
económica. Yo solo quería conocer, ver...experimentar, leer,
escuchar, sentir.
La
dos era mi madre, y la uno mi padre, el tiempo, las noticias,
la clave, José Luís Balbin, AjoBlanco, El Viejo Topo, El Jueves, la
política internacional, Gorbachoch, la Perestroika, la guerra fría.
El país, el mundo, el Independiente...El Le Monde Diplomathiqué.
El muro de Berlin y el clavel de la
revolución de los Claveles juntos, porque los de las rosas se fueron
marchitando al mismo tiempo que el capitalismo se hacía tan salvaje
y tan prometedor, para unos pocos, y desastroso para muchos y muchas.
Los domingos que llovía escuchábamos
a Víctor Jara y las Casitas del Barrio Alto, mi padre hacía los
vermús para ambos mientras yo leía, leía todo lo que llegaba a mis
manos. Creo que por eso escribo esto.
Aquí comienza esta historia. La del
Primer Niño que pintó una A de anarquía en su ventana porque
afuera llovía.
Mi familia lo es todo.
Víctor Cuetos, Xx, 2017
Víctor Cuetos, Xx, 2017
1 comentario:
Luki. Cómo autobiografía está bien, solo que ademas de tu madre, estaba frente antidisturbios, tu padre defendiendo un lugar sin represión para vivir...ademas no a claras por qué la policía
secreta fue a buscar a tu padre. Salud!
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