Ya
sé...
porque
me gustan tanto las Urracas
es
casi enfermo
si veo
a una siempre sonrío:
es
casi matemático.
Emblemático.
Emblemático.
Las
suelo ver de dos en dos
aunque
antes pensaba
que
eran muy solitarias:
hasta
que me dí cuenta
que si
se paraban tanto tiempo
frente
a un mismo árbol
es que
estaban esperando
el
aviso, la señal de otra que se situaba
en la
copa del mismo.
Quizás
buscando un destello
algo
que les atrape.
El
momento fugaz.
Les
gustan las autopistas
y las
autovías
les da
igual que haya o no peajes.
Les
gustan tanto las ciudades
como
los pueblos
o las
vías interurbanas.
Siempre
y cuando haya algo que brille.
No
poseen por escalar
en la
pirámide,
solo
les atrae el destello,
les da
igual que sea
una
lata de cerveza
o un
diamante en bruto
o diez kilates de oro.
Ya sé
porque me gustan
ya sé
porque me atraen
cuando
era niño
uno de
mis mayores placeres
era
ver películas de Hitchock
con mi
madre.
Su
mirada me recuerda a las Urracas
además
de que su figura
se
fundía en algunos largometrajes
con un
familiar de la Urraca .
La
urraca es inteligente
y sabe
volar
y la
verdad es que
lo que
realmente me atrae
son
sus aires de independencia.
Hitchcock
sabía dirigir una película
y su
marca más distintiva
era
salir en las mismas
de una
manera fugaz,
como
un destello irónico del destino.
Edgar
Allan Poe hablando de córvidos
era un
ser difuminado
como
un hombre invisible
que
sabía claqué.
Su
literatura son pasos sonoros
hacia
un viaje sin retorno.
Los
dos
comparten
eso
me
imagino a Hitchcock
en el
pie de un árbol
y a
Edgar Allan Poe
silbando
en la copa del mismo.
Ya sé
porque me gustan las Urracas.
Brillan.
Da
igual donde estén
da
igual que el brillo provenga
de una
lata de cerveza
de un
diamante en bruto
o diez kilates de oro.
Tic,
tac,.Tic, tac.
Tic,
tac. Tic, tac..
El sonido de un reloj de cuerda
metido en un cajón de la mesita
de cama, casi imperceptible
pero notable y molesto.
El
sonido de las gotas de una ducha
caer
en la cerámica de una bañera sesentera.
Sin brillo.
La
sombra de un cuchillo
en su
cortina rasgada.
La
mirada de una anciana
detrás
de la ventana indiscreta
La
contraventana golpeando
y el
viento susurrando metal.
Los
córvidos volando.
Cientos
de ellos.
Eso es
literatura de género
y
séptimo arte.
Víctor Cuetos, Xx, 2018