Nuestros vientres temblaban
del frío que da pensar
volver a la carne y al cuerpo
después de haber jugado
tanto tiempo a ser invisibles.
Neuronas Espejo dijiste.
Vamos bajo tierra te dije:
no tienes que temer al vértigo
ni a las malas caídas
solo a las escaleras mecánicas.
Aun así vas de espaldas a todo.
Y eso me gusta.
Mientras tanto...
los vigilantes miraban sus cadenas
atadas a relojes de escarcha
y comentaban entre risas congeladas
atadas a relojes de escarcha
y comentaban entre risas congeladas
lo mucho que apretaban las esposas
a los detenidos.
a los detenidos.
Daban un poco de asco.
Y te lo dije.
Y también te dije aunque no me acuerdo:
Los silencios hablan
yo puedo escucharte
desde muy lejos
sentir lo que sientes
hablar sin hablarte.
Soy un punto rojo
en un cuadrado negro
en una pared blanca.
No creo en el azar
ni en el destino
por eso quiero cambiarlo
por eso me niego a aceptarlo.
Te lo dije en el andén
mientras contábamos
pasajeros mirando al móvil.
Yo conté 39, tú 54
mientras pensábamos
que no éramos buenos para las matemáticas
y que nunca, y digo nunca; lo seríamos.
Vimos a un mendigo
pidiendo un poco de humanidad
a la salida del metro.
Nos sentamos en Sol
y tú formabas parte del verso
que a continuación iba a escribir
y se me olvidó pensando
si íbamos a alguna parte
o no.
Fue entonces
cuando aprendimos
a caminar por la oscuridad
sin caernos.
Víctor Cuetos, Xx, 2018
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