viernes, 26 de enero de 2018

Orihuela, Ateneo, Viento del Pueblo. Fundación Miguel Hernández.

                                                                      Road Movie

De Alcalá de Henares a Orihuela hay un buen trecho lírico, poético. En el que sientes como van cambiando los colores, el clima se va atemperando y lo único que queda es la humedad del Segura, y su Vega Baja.
No es tan radical el cambio como de la Cordillera a la Meseta. Entrar o salir por el túnel del Negron exige que los latidos del corazón alcancen cotas insospechables, graves, agudos, luces de neón, claridad o negritud.
Bomba Estéreo para el sur no sur, que está al lado, pero lo es o no lo es, porque siempre va a la sombra de Andalucía y su farolillos chinos
Django Reinhardt o Stephane Grapelli para la Mancha. Música electrónica para los cambios bruscos, y para las rectas interminables, para los puertos y sus túneles. Atravesar la Península en coche, ya sea en diagonal, en línea recta es como una road movie musicada.




Lo único que no cambia es la policía, es igual de gilipollas en todas partes. Aunque puede suceder que uno de ellos se haya integrado en un recital poético y te haya comprado un libro. Cabría esa posibilidad.
Y en lugar de meterte una multa por prubin, te hubiera enseñado el camino que deberías haber seguido en esa ruta. En lugar de ponerte el chupete y hacerte el test de alcoholemia, o en lugar de tratarte como un supuesto sospechoso. ¿De qué?, ¿De viajar?
Para ciertos policías todos y todas las ciudadanas debemos ser enemigos en potencia, o delincuentes habituales. Y yo soy de los que van en dirección contraria, en dirección contraria a ellos, claro.
Soy de los que intentan confiar en las personas, antes de etiquetarlas o tratarlas como presuntas, aunque también reconozco a un gilipollas cuando lo tengo de frente.


Es como cuando alguien te despierta de un sueño reparador, quizás sea una operadora de telefonía móvil para venderte humo, o quizás sea la llamada de tu vida, la mejor noticia en tiempo. La España Negra es la mala noticia, la España Viuda, la que se obstina y se resigna ante su destino fatal. La de las banderitas de colorinos. La que te hace sentir que vas en un coche de choque en dirección contraria. 
La de la ficha, la tarjeta y los carnets para todo. La de los coitos interruptus. 


Sin embargo, para un asturiano con vocación de poeta, y con vocación de asturiano. Hay una España amable, colorida, que te hace sentir de puta madre. Sobre todo si vas de la mano de un amigo, que entra en el catalogo de las personas especiales que no abundan en este mundo. Y que son capaces de atraer sin ser demasiado vanidosos a ambos sexos. Verlo entrar en su pueblo, Jacarilla, orgulloso, salir del trabajo, saludar a todo humano que se cruce por la calzada. No es una road movie, es algo auténtico, natural. 
Integración humana. 
La columbicultura o las Palomas mensajeras. 
Y el buscarse la vida de la manera que sea, al coste de lo que sea porque vivimos en un país que han hecho pobre, pobres de espíritu, gobernantes de aderezzo, guiñoles de si mismos y de un sistema que se cae para unos mientras se levanta para otros. De eso, mejor, ni hablamos. ¿No?.
Las pirámides las construyen los de abajo y no tienen derecho a demolerlas. El derecho se lo reservan otros. Los de los títulos hipotecarios, y los nobiliarios.Son los que desahucian, empobrecen nuestras vidas. 


Y nosotros hemos decidido no intentar demolerla, más bien intentar escalar a un buen punto que nos pueda mantener estable. Pero eso en las pirámides no existe, o subes, o bajas o te caes para siempre. 
Nos hemos convertido en gallinas, queremos que nos den de comer, no movernos del sitio, y producir los huevos de oro para los que tanto lo adoran a costa de nuestra libertad y la de las comunidades que nos rodean. 


Pero hay otra España, y menos mal, es menudita, duerme mal, se acuesta tarde, y quiere vivir lo poco que tiene con intensidad. Y es lo que la hace grande al acostarse. Es la España de los pueblos, de las comunidades, de los países si así quieren llamarse. De los vientos, la que describía Miguel Hernández en sus poemas. La que tan bien conocía. De la que nos hemos olvidado, o la que han hecho que olvidemos, haciéndonos enemigos, con sus matrimonios a la fuerza, sus coronas y sus falsos oropeles. 


Y menos mal, y menos mal. 
Que los perros se llevan bien con los gatos, que nos protegemos, nos aliamos y a veces hasta crecemos juntos. 

Menos mal que podemos abrazarnos, compartir ratos siendo iguales o parecidos, o totalmente diferentes. 
Habiendo pasado tantos años desde la ultima vez que nos vimos, y saberse igual, verse igual ante el paso del tiempo, y que nada haya logrado destruirte. Saberse humano. El viaje de la poesía es el mismo, la oscuridad ha de llevar a la luz, no debe quedarse atrapada en ningún punto de fuga. Debe seguir su camino, dejar que el brillo te ilumine hasta en los pasos más oscuros y recónditos. Es curioso pero casi nunca te caes del todo. Solo tropiezas. 

A veces se hace de noche y las estrellas siguen brillando. 
Se hacen las dueñas de ella. 


A veces hay que cambiar de bombilla y ponerle el wifi. 


Pero lo importante, lo necesario, lo imprescindible sigue siendo lo mismo. 
Compartir ratos siendo iguales, y así fue el recital en Orihuela, en el Ateneo, Viento del pueblo. 
Alguien me decía después del recital, que la poesía le había hecho sentir algo e identificarse con ella, al mismo tiempo que se divertía escuchándola. A lo mejor la poesía es lo que necesitamos para ser iguales, a lo mejor la poesía es la que debe darnos un empujón. Un buen empujón, que al fin nos haga conscientes de que somos sujetos elípticos y seguimos sujetándonos unos a otros mientras otros se lo llevan todo y nos hacen enemigos. Será eso, será que la poesía es el empujón que todos necesitábamos para vivir. 
Gracias a todas las personas que me han acompañado, que me han agasajado y tratado tan bien. Gracias a Norman, a Carlos, gracias a Raquel, gracias a Aitor, de la Fundación Miguel Hernández., gracias a Víctor, y a toda la gente de Orihuela y Jacarilla. 


Gracias a todas las estrellas que me han acompañado en esta aventura. 
El mundo sigue siendo agradable,a pesar de todo lo desagradable...
Colorin, colorado...


Víctor Cuetos, Xixón, 2018 




















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