miércoles, 29 de noviembre de 2017

La Fábrica


                                                                                                            

Si me hubiera dormido hace dos horas quizás hubiera dormido cuatro, si me hubiera dormido hace tres quizás hubiera dormido cinco. Cada vez que ese pensamiento me ataca duermo una o dos horas menos. Mi cuerpo levita en un mar de ensoñaciones, conspiraciones varias. Mi cuerpo es como el de un espantapájaros debajo no queda casi nada.
Todos los días se parecen a este, y empiezo a tener la sensación de que no descanso, de que mi cuerpo es un amasijo de alambre con forma humana. Guardo el equilibrio a duras penas, y no retengo mis pensamientos. Menos mal que me he acostumbrado a ello pues antes me producía una ansiedad de caballo que se hacía dueña de mí. Mi cuerpo se parece a uno de esos que ves en las películas sobre los campos de concentración nazi.

Sí, soy portador del VIH , me gustaría decirlo a todos mis colegas, compañeros, amigos, y amigas. Solo lo saben unos pocos, más bien mi familia. Que me brinden su amistad no supone contagio alguno, ni tan siquiera si alguna de esas chicas que me gustan estuvieran dispuestas a mantener relaciones sexuales conmigo tampoco supondría contagio alguno. Hoy mi enfermedad apenas afecta a mi vida, excepto que me tengo que cuidar mucho más que cualquier persona y tomar una serie de medidas a rajatabla. Es a nivel social donde las consecuencias serían catastróficas, por si no fuera suficiente el rechazo que siento hacia mí mismo y la poca aceptación que tengo de mi propia enfermedad es un estigma del que no me olvido fácilmente. El hecho de que sea un secreto que no puedo desvelar me destroza por dentro.
No soy capaz de concentrarme en las conversaciones y dejo a casi todo el mundo con la palabra en la boca. Me escapo en cuanto tengo la primera oportunidad. A veces me bebo unas cervezas con mis compañeros de trabajo, mi máximo son dos, nunca me dejo llevar, ellos sí.

Trabajo en una fábrica a turnos, una fábrica que produce piezas de plástico para coches las 24 horas del día ininterrumpidamente durante trescientos cincuenta días al año. Y lo que quería decir antes, que me he interrumpido, es que mi deterioro físico se debe principalmente a mi trabajo. Yo no me acostumbro a los turnos, mi cuerpo sí, pero tengo semanas en las que difícilmente puedo pensar con claridad, en las que ya no distingo si estoy trabajando o estoy en casa. A veces trabajo dos semanas enteras seguidas sin descansar, y alguna vez he hecho lo mismo durante un mes. Oigo el ruido de las máquinas mientras duermo, y no siempre estoy seguro o tengo la sensación de que realmente haya dormido. A mi gente le suelo decir que nada va bien pero estoy contento porque no me queda otra… Tengo que pagar dos hipotecas la de mis padres y la mía. Se quedaron los dos sin trabajo. Mi padre llevaba treinta años trabajando para la misma empresa, los diez primeros de forma temporal, cuando le hicieron fijo se propuso meterse en una hipoteca y cuando le quedaban otros diez de hipoteca por pagar le echaron a la calle. Y ahora soy el único de mi familia que tiene un trabajo más o menos estable, con lo cual yo me hago cargo de mi hipoteca y de la suya. No me gusta el trabajo que hago, ni la empresa ni los turnos, pero estoy contento no me queda otra…

Sí, trabajo en una fábrica que se parece a una cárcel y ser portador del VIH es lo de menos. Me gustan los libros, las películas sobre conspiraciones. He estado investigando sobre una posible trama de los grupos ecologistas y he llegado a la conclusión de que algunos de ellos trabajan para las Compañías Eléctricas. Las campañas contra las Centrales Nucleares las han financiado estas Compañías estoy casi seguro solo me falta un dato pero ya no lo recuerdo. Mis pensamientos vagan por un cielo raso y meditabundo, hay vacíos que se llenan con un vaso de agua, hay otros que ni con un embalse cargado de agua.
El sueño se mezcla con la ansiedad, el descanso con el trabajo, y el ruido de las máquinas es atronador. Creo que he tenido un sueño, trabajaba en una fábrica veinticuatro horas seguidas, y la tecnología al servicio de las Corporaciones había inventado un chip que era capaz de suplantar las horas de sueño por las de trabajo real. Haciendo pensar al que lo lleva que realmente se va para casa, duerme, come, ve a su mujer, o a su hombre, lee, ve la tele, va el cine. Haciéndole pensar que existen los fines de semana pero todo es una burda invención producto de nuestra imaginación conectada a ese chip. En la fábrica todos llevamos ese chip, nos habían dicho que era para controlar que nuestra salud no se viera afectada por el tipo de trabajo que realizamos, que no nos preocupásemos que lo pagaría la Seguridad Social.


Hola, soy yo otra vez. Soy portador del VIH, trabajo en una fábrica que no me gusta nada, y puede que todo esto haya sido un sueño. ¿Ustedes que creen?


Víctor Cuetos, Xx, 2017 

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